jueves, 1 de diciembre de 2016

FABULAS DE LAFONTAINE

El maestro y el niño

En esta fábula intento demostrar la presunción vana de un necio:
 Cuando estaba jugando a las orillas del Sena, un niño cayó al agua, más por gracia divina se hallaba allí un sauce con cuyas ramas se salvó el pequeño. Pasó por allí un maestro de poco entendimiento, y el infante gritó:
-- ¡Auxilio que me ahogo!                 

Ante dichos gritos, el maestro se volvió, e imprudentemente y fuera de situación, empezó a sermonear al infante:

-- ¡Mira qué travieso, a dónde le ha llevado su locura!
¡Gasta tus horas cuidando esta clase de prole!                       
¡Desdichados padres, pobre de ellos velando a todo momento por esta turba inmanejable! ¡Cuánto deben padecer, y cómo lamento su destino!
Después de tanto hablar, saco al niño de las aguas.

Censuro aquí a muchos más de lo que se imaginan. Habladores y criticones y pedantes pueden reflejarse en el escrito anterior; cada uno de ellos forma un pueblo numeroso; sin duda el Creador bendijo esa prolífica casta.
¡No hay tema sobre el que no piensen ejercer su habladuría! ¡Siempre tienen una crítica que hacer! ¡Pero amigo, líbrame del apuro primero, y después suelta tu lengua!

“Antes de señalar los errores del prójimo,  mejor primero ayúdalos a mejorar su situación”

  




DOS AMIGOS

En el mundo en que vivimos la verdadera amistad no es frecuente.
  Muchas personas egoístas olvidan que la felicidad está en el amor desinteresado que brindamos a los demás.

Esta historia se refiere a dos amigos verdaderos. Todo lo que era de uno era también del otro; se apreciaban, se respetaban y vivían en perfecta armonía.
  Una noche, uno de los amigos despertó sobresaltado. Saltó de la cama, se vistió apresuradamente y se dirigió a la casa del otro.
  Al llegar, golpeó ruidosamente y todos se despertaron. Los criados le abrieron la puerta, asustados, y él entró en la residencia.
  El dueño de la casa, que lo esperaba con una bolsa de dinero en una mano y su espada en la otra, le dijo:
  -Amigo mío: sé que no eres hombre de salir corriendo en plena noche sin ningún motivo. Si viniste a mi casa es porque algo grave te sucede. Si perdiste dinero en el juego, aquí tienes, tómalo...
  ...Y si tuviste un altercado y necesitas ayuda para enfrentar a los que te persiguen, juntos pelearemos. Ya sabes que puedes contar conmigo para todo.
  El visitante respondió:
-Mucho agradezco tus generosos ofrecimientos, pero no estoy aquí por ninguno de esos motivos...
  ...Estaba durmiendo tranquilamente cuando soñé que estabas intranquilo y triste, que la angustia te dominaba y que me necesitabas a tu lado...
  ...La pesadilla me preocupó y por eso vine a tu casa a estas horas. No podía estar seguro de que te encontrabas bien y tuve que comprobarlo por mí mismo.
  Así actúa un verdadero amigo. No espera que su compañero acuda a él sino que, cuando supone que algo le sucede, corre a ofrecerle su ayuda.

 "La amistad es eso: estar atento a las necesidades del otro y tratar de ayudar a solucionarlas, ser leal y generoso y compartir no sólo las alegrías sino también los pesares."

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