FABULAS DE FELIX
MARIA SAMANIEGO
EL LEOPARDO Y LAS MONAS
No a pares, a docenas encontraba las Monas en Tetuán, cuando
cazaba, un Leopardo. Apenas lo veían, a los árboles todas se
subían, quedando del contrario tan seguras, que pudieran decir:
"¡No están maduras!" El cazador astuto se hace el muerto tan
vivamente, que parece cierto.
Hasta las viejas Monas, alegres con el caso y juguetonas, empiezan a saltar: la más osada aja, arrímese al muerto de callada;
mira, huele y aun tienta, y grita muy contenta:” ¡Llegad, que muerto está de todo punto; tanto, que empieza a oler el tan difunto!" Bajan todas con bulla y algazara; ya le tocan la cara, ya le saltan encima; aquélla se le arrima, y haciendo mimos, a su mano queda; otra se finge muerta y lo remeda. Mas luego que las siente fatigadas de correr, de saltar y hacer monadas,
levántese ligero y, más que nunca fiero, pilla, mata y devora: de manera
que parecía la sangrienta fiera, cubriendo con los muertos la campaña, al Cid matando moros en España. Es el peor enemigo el que aparenta no poder causar daño, porque intenta, inspirando confianza, asegurar su golpe de venganza.
Hasta las viejas Monas, alegres con el caso y juguetonas, empiezan a saltar: la más osada aja, arrímese al muerto de callada;
mira, huele y aun tienta, y grita muy contenta:” ¡Llegad, que muerto está de todo punto; tanto, que empieza a oler el tan difunto!" Bajan todas con bulla y algazara; ya le tocan la cara, ya le saltan encima; aquélla se le arrima, y haciendo mimos, a su mano queda; otra se finge muerta y lo remeda. Mas luego que las siente fatigadas de correr, de saltar y hacer monadas,
levántese ligero y, más que nunca fiero, pilla, mata y devora: de manera
que parecía la sangrienta fiera, cubriendo con los muertos la campaña, al Cid matando moros en España. Es el peor enemigo el que aparenta no poder causar daño, porque intenta, inspirando confianza, asegurar su golpe de venganza.
LOS NAVEGANTES
Lloraban unos tristes pasajeros viendo
su pobre nave, combatida de recias olas y de vientos fieros, ya casi sumergida,
cuando súbitamente el viento calma, el cielo se serena, y la afligida gente convierte
en risa la pesada pena. Más el piloto estuvo muy sereno tanto en la tempestad
como en bonanza.
La moraleja de la fábula
Pues sabe que lo malo y que lo bueno
está sujeto a súbita mudanza.
Pues sabe que lo malo y que lo bueno
está sujeto a súbita mudanza.
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